La situación de incertidumbre e imprevisibilidad que ha producido el coronavirus tiene como efectos principales «posibilitar el desarrollo de estrés, ansiedad o miedo en los ciudadanos confinados», explica Andrés López Pardo, psiquiatra de la Fundación Pública Andaluza para la Integración Social de Personas con Enfermedad Mental. FAISEM. No obstante, como dice el experto, «no hay que confundir esta sensación de miedo y sus consecuencias con una patología de salud mental».
Vulnerabilidad del colectivo
Las personas que padecen algún trastorno mental grave entran en el grupo de riesgo debido a una serie de factores: «presentan otro tipo de patologías físicas ; cuentan con una esperanza de vida 15 años, de media, menor que el resto de la población –por el estilo de vida y condiciones familiares o sociales–; y son personas que tienen dificultades para cumplir el confinamiento porque son más sensibles a la irritabilidad, al insomnio, a la ansiedad y a la angustia», explica detalladamente Blas García, director de Afemen. Del mismo modo, los pacientes de salud mental son vulnerables a una recaída o reagudización de sus sintomatologías. No obstante, no todos las personas reaccionan de la misma forma, «algunos poseen mecanismos de protección individuales, así que no existe una respuesta idéntica para todos», cuenta Andrés López Pardo.
Dada esta vulnerabilidad, desde el 20 de marzo, el Ministerio de Sanidad habilitó «a las personas con discapacidad, que tengan alteraciones conductuales, el cual se vea agravado por la situación de confinamiento derivada de la declaración del estado de alarma, y a un acompañante, a circular por las vías de uso público, siempre y cuando se respeten las medidas necesarias para evitar el contagio». Esta instrucción es adoptada por Andrés López Pardo como «una medida excepcional» y no como «carácter normativo». «Un breve paseo, en el caso de dificultad de conducta y adoptando recursos que garanticen la seguridad frente al COVID-19, puede ser una herramienta razonable. Sin embargo, no hemos utilizado este recurso con frecuencia», explica el psiquiatra.
Sobrellevan el confinamiento
El difícil escenario que plantea el aislamiento social no resulta algo desconocido para los pacientes de salud mental, «estas personas han estado a lo largo de la historia encerrados, era un aislamiento forzado e injusto, ahora lo hacen por solidaridad», relata el psiquiatra de Faisem.
«Nos hemos reinventado», cuenta Blas García. Mediante el uso de los medios tecnológicos y las redes sociales, Afemen ha podido estar en contacto con las personas usuarias y los familiares, con el objetivo de que se sientan acompañados y cuenten con el apoyo de la asociación. «Los monitores se ocupan de crear una rutina de manera creativa. Fomentan hábitos de vida sana como hacer deporte y mantener una buena alimentación», una buena manera de «estimularles con equilibrio», no se trata de saturarles.
Por su parte, la actividad residencial de Faisem, al ser considerada un servicio esencial, está funcionando «igual que antes». Dentro de las estructuras residenciales para personas con trastorno mental grave en la provincia de Cádiz se atienden a 227 usuarios. Después de 6 semanas de confinamiento «no existen contagios en Faisem», dice Andrés López Pardo quien encuentra los motivos en diversos hechos. Dentro de las estructuras residenciales de Faisem, «los monitores están observando las 24 horas de forma individual», además existe un factor clave: la implementación de enfermeras gestoras de casos, unidad de cuidados de atención primaria creada por la Consejería de Salud y Familias de la Junta, quienes se dedican a realizar un seguimiento proactivo mediante llamadas y visitas en distintos centros de Andalucía. Esta ayuda presencial era «imprescindible teniendo en cuenta que en nuestras estructuras no hay personal sanitario», indica Andrés López Pardo.
Incertidumbre y posibilidad de retroceso
Los programas de búsqueda y asesoramiento de empleo que lleva a cabo Faisem ayuda a más de 400 gaditanos a lo largo del año, al igual que se atienden a 273 personas en actividades ocupacionales y dentro de los centros de día. Estos talleres han permanecido sin actividad presencial debido al confinamiento y, aunque se mantenga un contacto diario vía telefónica, se teme desembocar en «un aumento del retraimiento social de algunas personas». Para Andrés López Pardo existe «un riesgo de que las personas se puedan desmotivar para retornar a los centros de día». Tal como cuenta Blas García, «no sabemos qué escenario nos encontraremos después, pero habrá un coste psicológico que aparecerá. Las personas más susceptibles serán los usuarios con enfermedad mental grave».