El pasado 28 de marzo el diario ABC de Sevilla publicó un reportaje sobre el Centro Portobelo de FAISEM

ABC Sevilla

El 84% se siente rechazado por la incomprensión hacia la enfermedad mental

CRISTINA AGUILAR JAENES

Faisem da respuesta en Portobelo a tres ejes básicos para la autonomía y recuperación de los enfermos mentales: alojamiento, soporte diurno y empleo.

Un inquilino del edificio Portobelo está cocinando. La hora de almorzar se aproxima y ese delicioso aroma que sale de uno de los pisos hace tambalear el estómago a más de uno. Se oye el trabajo de una olla a presión al fondo del pasillo, algo que dibuja en Andrés López, responsable de Faisem, una sonrisa. «¿Escuchas eso? -dice-. Es el sonido de la inclusión social».

Debe saber que esa persona que está usando los fogones en su cocina padece un trastorno mental grave. ¿Le resulta chocante? No se alarme, esa percepción inquietante «es fruto de las creencias populares que hemos ido arrastrando con el paso del tiempo y del tratamiento poco acertado y agorero que se muestra a veces a través de los medios de comunicación», asevera Andrés.

Lejos del estereotipo. «Menos de un 5% de las personas con enfermedad mental cometen algún acto violento»

«Menos de un cinco por ciento de las personas con enfermedad mental cometen algún acto violento, y cuando lo hacen, como el parricida de Dos Hermanas, suele ser durante el abandono del tratamiento, con sintomatología delirante, en situaciones de hostilidad o de aislamiento social. No hay que confundir a éstas con otras de perfiles psicópatas, fríos y calculadores, como Santiago del Valle o Miguel Carcaño, que saben dónde está el bien y el mal», asegura.

Son precisamente las apreciaciones estereotipadas las que crean en los enfermos un autoestigma: «Si la gente piensa que soy así, es que probablemente lo sea», se convencen. En este sentido, el 84 por ciento de las personas con enfermedad mental siente más rechazo por la discriminación y la incomprensión de la enfermedad que por los propios síntomas que les producen. «Se comprende verdaderamente cómo funciona una enfermedad mental cuando se oye de boca de los propios afectados qué piensan y sienten. Son muy vulnerables.

El objetivo -cuenta Andrés- es llevar a cabo un proceso de adaptación lento pero seguro». Algo de lo que se encargan los psiquiatras, educadores y monitores de Faisem, la fundación pública andaluza para la integración social de personas con enfermedad mental.

Ayuda Social

Según datos de Faisem, dos de cada mil personas van a sufrir a lo largo de su vida un trastorno mental grave -psicóticos afectivos y no afectivos; esquizofrénico y relacionados; bipolar y trastornos afectivos graves y persistentes-. Unas patologías que aparecen a edades tempranas: entre los 15 y 25 años, en el caso de los hombres, y entre los 25 y los 35, en el de las mujeres. El tratamiento para estas personas es farmacológico, por una parte, y social, por otra. Y Faisem, concretamente, se encarga de ésta última. «Son personas con carencias y dificultades importantes: sin acceso a una vivienda, con pocos recursos económicos, a veces sin apoyo familiar… El 80 por ciento no encuentra trabajo».

En este contexto, Faisem inaugura en Sevilla un recurso residencial único en Andalucía y España, que da respuesta a tres ejes fundamentales en la promoción de la autonomía personal y la recuperación y control de la enfermedad: alojamiento, soporte diurno y empleo.

Pero el centro Portobelo abrió sus puertas en agosto de 2013, como soporte diurno para personas con trastorno mental grave en situación de dependencia. Actualmente, 36 personas son atendidas en este centro de día en el que se llevan a cabo diversos talleres que ofrecen actividades formativas y ocupacionales: nuevas tecnologías, creatividad y ejercicio físico. Para lo que cuenta con tres salas totalmente equipadas.

Independencia

En diciembre de 2015 incorporó el recurso residencial, presupuestado en 2,1 millones de los cuales 1,4 fueron aportados por Caja Badajoz, a través de su Obra Social. Se trata de un bloque de tres plantas, con 27 apartamentos de unos 40 metros cuadrados (6 individuales y 21 dobles) completamente equipados, además de una vivienda de aprendizaje y transición para cuatro personas.

Creación de empleo. Portobelo ha generado diez puestos de trabajo para personas con trastorno mental grave

Estos apartamentos están dirigidos a personas jóvenes o de mediana edad con riesgo de padecer, en ausencia de intervención, un estado crónico de la enfermedad, desventaja social y la necesidad de requerir en un futuro un recurso residencial más supervisado; con posibilidades reales de mejoría y de integración laboral.

En palabras del consejero de Salud, Aquilino Alonso, «el objetivo de este novedoso recurso en Andalucía es que este conjunto de viviendas funcione como una comunidad de vecinos al uso, donde los usuarios tienen la privacidad propia de un hogar.
Un recurso que debe servir para prevenir la evolución de la enfermedad y posibilitar la inserción social e independencia social».
Faisem cuenta en la provincia de Sevilla con 402 plazas en el programa residencial, a través de diez casas-hogar con 200 plazas, 50 viviendas supervisadas con 186 plazas, y otras 16 de atención domiciliaria.

Asimismo, el programa de soporte diurno cuenta con 60 plazas en centro de día, 467 en talleres y 215 en clubes sociales.

Por otro lado, Faisem promueve el empleo a través del Grupo Idema con dos empresas sociales en la provincia: Servilia, en Carmona, con una plantilla de 36 personas; y Proazimut, en la capital, con 246 personas, de las que 105 padecen un trastorno mental grave.

Ele Ramírez, coordinadora provincial de Faisem en Sevilla, y Clara Quesada, responsable del soporte diurno, cuentan en este sentido que tanto el servicio de conserjería de Portobelo como el de restauración del centro de día están vinculados a estas empresas sociales.

En concreto, con la puesta en marcha de estas instalaciones se han generado diez puestos de empleo para personas con trastorno mental grave.

«He pasado de dormir bajo la Barqueta a tener techo y estudiar una carrera»

El despertador de Pedro suena muy temprano cada mañana. Rápidamente prepara café. «Porque hasta que no lo tomo, no soy persona, ¿ves? como todo el mundo», ríe. Recoge el piso y pone rumbo a la facultad donde cursa segundo de Historia del Arte. Al terminar las clases, vuelve a su apartamento en el edificio Portobelo. Prepara el almuerzo y, tras la comida, retoma el estudio.

Le queda tiempo para escribir en su blog (labarcademispensamientos.blogspot.com) y para leer, su afición favorita. La jornada va llegando a su fin: cena y se acuesta.

Pedro Sánchez, de 38 años, vive en uno de los apartamentos del edificio Portobelo, que ayuda a los enfermos mentales a llevar una vida totalmente normalizada.

El día a día de Pedro no dista mucho del de cualquier otro estudiante. Con esfuerzo y con la ayuda de buenos profesionales, ha alcanzado una vida normalizada. Pero hasta llegar a este punto, ha pasado por baches que muchos no habrían podido resistir.

Hasta los 16 años, nada en Pedro se salía de lo normal. Vivía en el Parque Alcosa, acudía al instituto y, a menudo, echaba una mano en el negocio familiar. Sin embargo, de un día para otro, tal y como él cuenta, comenzó a tener «pensamientos extraños». «Hay personas que están enfermas y no lo saben. Yo sí era consciente de que algo pasaba y empecé a encerrarme en mí mismo. Notaba que todos me observaban y conocían cuáles eran mis debilidades. Me sentía vulnerable». El primer psiquiatra que lo valoró le diagnosticó un trastorno mental grave, prescribiéndole medicación que le producía somnolencia. «Ni mi familia ni yo comprendíamos la enfermedad. Ellos pensaban que se trataba de pereza y yo que les estaba fallando. Cada vez me aislaba más».

El estoque más duro le llegó con el fallecimiento de sus padres. «Mi madre murió de cáncer en 2002 y mi padre tres años más tarde delante de mí a causa de un infarto. Caí en la bebida y en el consumo de estupefacientes. Era la única forma que conocía de contrarrestar los efectos de la enfermedad, la sensación de euforia me liberaba».

Con 25 años, entró en un centro de desintoxicación y, tras unos meses, y a través de ese centro, le dieron la oportunidad de trabajar en una gasolinera. «En esa época, un médico me dijo que estaba curado, así que dejé la medicación. Entonces la enfermedad se me agudizó». Pedro percibía que en el trabajo todos estaban en su contra y lo dejó. Sin recursos económicos ni el apoyo de su familia, lo único que le quedaba era la calle. «Mendigaba y hacía de aparcacoches para comer. Volví a caer en la bebida y dormía donde podía: en un banco, en el rincón de una calle, bajo el puente… Fue horrible».

En 2010, Faisem se cruza en su vida. «A través del albergue me pusieron en contacto con Faisem. Entré en el programa de viviendas tuteladas y todo cambió radicalmente». Tras un periodo de hospitalización para estabilizar la enfermdad, empezó a compartir piso con otros tres enfermos.

Supervisados las 24 horas, le controlan la medicación y su problema de adicción. «Me enseñaron a dominar la enfermedad, a ser consciente de mis limitaciones. No pruebo el alcohol desde hace tres años y cada vez necesito menos medicación».
Se considera afortunado. «De no ser por Faisem, seguiría en la calle. Aun así, tengo miedo a fracasar, a no estar a la altura de las expectativas. He pasado de dormir bajo la Barqueta a tener techo y estudiar una carrera, no puedo permitirme fallar».
Pedro imparte charlas en las universidades donde cuenta su experiencia: «Mi objetivo es que la gente comprenda la enfermedad. La mayoría piensa que todo enfermo es violento y eso es falso».

ESTIGMAS DEL ENFERMO MENTAL

«Estuve aislada y hasta perdí el habla. Ahora soy feliz, me levanto con ganas»
La vida de Amparo Garrudo, de 46 años, diagnosticada de esquizofrenia paranoide, está recuperando la normalidad gracias al trabajo de Faisem y a una correcta medicación

Si conoce a Amparo, sin ojear su historial clínico, pensaría que está ante una persona tímida que, como a tantas otras, simplemente le cuesta más trabajo expresar sus emociones. Sin abandonar su dulce tono de voz, Amparo, de 46 años y vecina de Nervión, relata que a los once años, su vida cambió radicalmente. «El paso de niña a mujer no lo asimilé. Me sentía triste y todo me afectaba mucho. A los 15 me diagnosticaron anorexia nerviosa y con 17 visité por primera vez la consulta de un psiquiatra privado. Me puso un tratamiento muy fuerte. Estuve muy mal, aislada y hasta perdí el habla».
Amparo siempre ha sido una persona de complexión fuerte y toda su obsesión era estar delgada. «Me veía gordita y mis compañeros del colegio me lo recordaban continuamente», y explica, «me encontraba tan mal que pensaba que todos estaban en mi contra. Desde pequeña he tenido siempre la sensación de que la gente se ríe de mí». Sus padres y hermanos la sobreprotegían, algo que no ayudó a su recuperación. Empezó a trabajar en el negocio familiar, donde estuvo 25 años. Un periodo, recuerda Amparo, «en el que me sentía útil. El trabajo reconforta a todo el mundo y cuando estás enfermo mucho más. Te sientes mejor».
Sin embargo, durante ese tiempo, a causa de la falta de tino en la medicación para la esquizofrenia paranoide que padece, fue ingresada hasta en tres ocasiones en distintos hospitales de Navarra y Murcia. «Durante los ingresos no era consciente de lo que me pasaba. Dormía muchísimo por las pastillas y cuando despertaba, no paraba de llorar». Pero su vida volvió a dar un giro de 180 grados hace seis años, según cuenta Clara Quesada, coordinadora de soporte diurno en Faisem.

«Amparo acudió a la Seguridad Social, le pusieron un tratamiento que está funcionando y la derivaron al programa de terapia ocupacional. Ella había estado aislada en casa mucho tiempo y al principio le costaba mucho relacionarse. Ahora participa de lunes a viernes por las mañanas en los distintos talleres y, entre las mujeres que acuden al centro, han hecho un grupo de amigas que también se ven por las tardes. Su vida se está normalizando poco a poco». «Ahora soy feliz, me levanto con ganas -cuenta Amparo-. Mis miedos no han desaparecido, pero los sobrellevo mejor».

ESTIGMAS DEL ENFERMO MENTAL

«Hay una inflación de supuestos trastornos que están desvirtuando la salud mental»

Andrés López, psiquiatra y responsable de Faisem habla de las nuevas pseudoenfermedades mentales que están dejando a un lado los verdaderos problemas de la enfermedad mental.

La vida cotidiana se está psiquiatrizando, a juicio de Andrés López, psiquiatra y responsable de Faisem, banalizando en programas televisivos la salud mental y relacionándola de forma incorrecta con problemas de violencia. « Si los políticos no llegan a acuerdos, se escuchan expresiones de que están mal de la cabeza. Todo ese rechazo afecta a los que realmente están enfermos».

«El duelo no es una patología, pero se prescriben fármacos»

Por otro lado, hace autocrítica ante las nuevas prácticas en psiquiatría. «Hay una inflación de supuestos trastornos psiquiátricos que están desvirtuando la salud mental.

El trastorno de hiperactividad existe, pero en un 3%. Si un niño se mueve mucho en clase, rápidamente le ponen el diagnóstico. O el duelo, que no es más que el sufrimiento por la pérdida de un ser querido. Es una reacción normal que hay que afrontar, no es una patología.

Sin embargo, para todas estas nuevas pseudoenfermedades mentales se están recetando con mucha tranquilidad ansiolíticos. Se prescriben fármacos para todo y eso es una barbaridad».

En este sentido, señala que están aumentando el número de diagnósticos, «y cuantos más haya, más fármacos se prescriben. Habría que preguntarse si detrás de este boom están las empresas farmacéuticas».
Por eso, a sus propios compañeros de profesión pide cautela.

 

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